Proselitismo
Como le salió bien con la escuela técnica, mi hijo sale a la caza de alguien que lo acompañe en su aventura: quiere un amigo de su grado que haga con él el ingreso al CNBA. Primero, prueba con los varones que sabe "buenos alumnos". Lo escuchan. Le dicen que no. Que ni locos. Que para qué. Entonces, avanza sobre una de sus amigas: "LA mejor alumna", no solo de este sexto grado, sino de todos los grados de todos los años, de toda la primaria. Para graficarlo, él cuenta que la maestra de Matemática primero anota 10 y luego revisa sus hojas de la prueba. "Por las dudas", aclara. Pero siempre es 10 nomás.
La encara, le cuenta, narra los detalles de la visita, la pileta, la "sala magna o algo así", la biblioteca como la de Harry Potter, y le promete que, cuando llegue a casa y se reencuentre con su celular, le va a mandar la url del video que nos mostró. Lo hace. Antes de sacarse la mochila de los hombros.
Dos días después, recibo un correo de la mamá de "LA mejor alumna". Me pide precisiones sobre fechas y características del CNBA. No, la nena no tiene el menor entusiasmo. Pero ella sí. A la mañana siguiente, la chica desmorona el último bastión de la cruzada de mi hijo: "Ni loca me meto en un colegio como ese. ¿Para qué querés estudiar tanto?", le dice. Meses después, mi hijo descubriría que ella no leyó Harry Potter.
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