Y el ganador es...

Teníamos dos o tres institutos más para visitar, pero las referencias nos llevan a pensar que se parecen, en líneas generales, a los dos que consultamos. De modo que, con toda seriedad, analizamos ventajas y problemas, primeras y segundas impresiones, variables económicas, sociales y emocionales, y consultamos al futuro alumno. "Me da lo mismo, son parecidos", respondió.


Y acá, si se me permite la digresión, me pregunto: ¿Hay acaso algo más desesperante que preguntar qué quieren cenar y que respondan: "Cualquier cosa"? Por supuesto que pueden comer cualquier cosa, eso ya lo sé. La pregunta no es qué posibilidades existen, sino que seleccionen una, una cualquiera, la primera que aparezca, lo que sea ¡que me libere de tener que pensar! Fin de la tanda catártica.

De modo que nuestro hijo, al mejor estilo "Cualquier cosa para cenar", nos devolvió la pelota y tuvimos que elegir nosotros solos. 

Apuntamos la contención emocional, la formación pedagógica de quienes tienen a cargo dar las clases, la cercanía, el barrio, el ambiente familiar. No tengo en claro siquiera que esos parámetros sean los que había que analizar. En fin... vamos con el instituto progre, no tan caro. Y crucemos los dedos. 

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